OTRA ESTANCIA, OTRA ZONA
Como si al preguntar quién eres los columpios adquirieran vida propia; se volvieran animales de aire apacentados sobre el cromo de la tarde, esa tarde donde te sumerges con tus ojos de muñeca hipnotizada, travesura que maquilla al horizonte.
Como si al quedar callada mis latidos quisieran alojarse en tu silencio, con la hesitación del tacto que acaricia tu cercanía indeterminada; dedos que construyen y destruyen una orgía de algodón secreta igual que si jugaran con el papalote de tu latitud orgánica...
Pero ante ti, cuando vienes a deambular en mi recogimiento, cualquier palabra se vuelve falsa, porque esto es algo verdadero —irreal pero verdadero: irrealidad que respira con supervivencia autónoma como una esfera que se escapa de las cacerías habituales––. ¿Escuchas su respiración? Me recuerda al enjambre que te dio la sangre, la caída suave de tus vértebras de ángel sobre el musgo negro de esa voz que me confina, tu suicidio de carne en mis pestañas de árbol incendiándose. ¿Escuchas su respiración? Es un ser vivo que nos necesita, un ser vivo que precisa nuestro clima, nuestro clima lúdico de besos que originan otra estancia, otra zona...