LEGUMBRES


Las legumbres amanecieron contaminadas. Es una historia sin dueño ni caracteres sintéticos. Las legumbres amanecieron rojizas, hinchadas y en espera de un ritmo pluvial. Blanca es la pulpa lodosa del horizonte. Rugosa es la herida de la pupila denominada Clamidia y que vive en medio de dos párpados, como una perla en su ostra acariciada por naufragios multidimensionales. La población ha emigrado; se llevó cada quien un pedazo de puebo en los bolsillos y despertaron bajo el solsticio que embotella murmullos antiguos de trenes. Las legumbres durmieron contaminándose y Clamidia espera ahorrarse el psiquiatra. Cómo explicará que vive en mitad de dos párpados protegida de la luz por pestañas de arañas inalámbricas y locasmotrices. Sólo un efluvio sonoro. Una traslación invertebrada, caliginosa y no tan mecánica; sin motivos de ser. La epidermis y la epidemia. La canícula como un mal humor de la troposfera que desuella al cenit. Las legumbres transitan; instalan colores intermitentes de ferias radiales, sin retrocesos ni auxilios, sin calcomanías ni líquidos fingidos. Clamidia se recupera, no puede viajar sin transportar el marco de su claraboya; transida de circunstancias (¿tranSIDA? No, agobiada). Calcula el grosor de cada cuchara que inserta en su boca. Intenta recuperar el sonido lineal de las legumbres que amanecieron contaminadas. Las legumbres amanecieron contaminadas, como el día internacional de no usar detergente. Las posibilidades se dislocan, se distienden artificiales como una definición contemporánea de patria. Es un defecto inadvertido de esta historia, una historia sin dueño ni caracteres químicamente irresponsables, como su vulvita sin lubricante y el gozo ardoroso de la penetración a destiempo, precipitada por un desconocimiento de las fases extra maritales. Cultura del falo sustentada por ciertas mejillas. Ciudades de noche. Salir a pasear. Quedarse allí todo un día. Clamidia se enjuaga con nubes deshechas. Brinca al traspatio a proyectar bicicletas para irse volando muy lejos de cualquier asunto desparasitante. Clamidia no despertó pero supo que las legumbres amanecieron contaminadas. Las legumbres amanecieron contaminadas. Es una espera que durará nueve meses si es que no hay más contratiempos. El fragor de perdones usados. Quién no tolera que esa niña sea una zorrita, como dirían los machos baldíos del jardín de niños. Que se la coman con gusanos. Que se la vendan a cualquier clon. Esas palabras han sonado vanas, inestables y necias; misóginas dirían ellas. Es una contaminación leguminosa que se expande por todo el tacto de un universo minúsculo reducido a un charquito de melancolía. Sólo por ahorrarse el psiquiatra. Sin cumpleaños ni abuelitas...