Post-al

Los niños enterrados en la arena del mar, simulando pequeños cadáveres envueltos con la alfombra de un abismo estentóreo. Los niños proteicos, dejando su ombligo cicatrizar al sereno. Un parpadeo tragando las voces, los juegos, el oleteo y un manto opaco de luz semimuerta. Los perros ladrando, cayendo de la bóveda, persiguiendo saetas de viejos fantasmas. Los perros absorbiendo las sombras con sus ojos de canica. Ladridos pálidos.
               Una ventana llena de élitros secos. El quinqué y su poza de espuma. La cuchara batida, chupada. El bostezo de un visor amarillado. De repente el fluido es no poético. Los pellejos que se desprenden con el tic-taqueo. El ignotario. Una puerta peregrina ofrecida a los vagabundos sin sueño que perder ni dueñas que ganar. Las conchas que dejaban los cangrejos y otra vez el petróleo envenenando a los insectos. Y qué decir; una imagen atrapada en los tendones tiesos, sin locución ni elocución. Inseminación fallida.
   

Imagen: "Ying/Yang". Amores perros en el Pacífico Sur –que podría enmarcar el texto, ¡escrito dieciséis años antes!–, una mañana de diciembre del 2013. 
Fotografía digital