Otro fruto caído
En ese perfume
se ahogaron los últimos rastros del polen
—el polen que
habría preñado mi carne—
y los fuegos artificiales
al que acudían los niños
después de
drogarse
con el dulce más
amargo de mis ojos de tarde.
Volví a
rencontrarme con la adolescencia
y le advertí que
quizás
es verdad que
mis padres se fueron al cielo;
que mi hermana
resurge pequeña
en cada nube que
se derrumba,
cálida como sus
vicios,
cálidos vicios
de amante
cuya
promiscuidad es sólo de vaho.
Volvió a
reencarnarme mi adolescencia
y le exigí no
mirar más mujeres flotando en sus lágrimas.
Volví a
descarnarme en la adolescencia y me dijo:
"Ninguna
merienda extravagante
volverá a
alojarme
entre sus
desperdicios.
Aunque te deje,
vesperal y
calcinado,
en espera de
otro fruto caído.
Aunque te
alejes,
meteorolábil y
neonato,
a esperar otra
fruta caída".