MIRARÉ MIS ZAPATOS FLORECER


Miraré mis zapatos florecer,
sentado en un banco ante la vibración de la tarde,
como si fueran un cenicero rumiante con auras de humo transversales.

Miraré mis zapatos cómo arden,
mientras termino el café y me decido a preparar mis maletas
o a derretirme para siempre en vez de volverme un árbol alado y volátil.

El manicomio es un malestar endémico del pensamiento,
es un meteoro gris que se porta en el equipaje,
en el sentimiento y en las mareas del vientre.

Miraré mis zapatos envueltos con el celofán amarillo
del crepúsculo trepidante.

Miraré mis zapatos largo tiempo,
evadiendo ponérmelos y por fin para siempre largarme.

Yo no quiero ser un árbol sin hojas.
Yo no quiero ser un cigarro apagado contra un plato entre más desperdicios.
Yo no quiero cuidarme del cáncer de días nublados.
Yo no quiero planchar un disfraz ni soñar con viajar abrazando paracaídas.

Miraré la flor que crece en mis zapatos mientras termina la canción,
mientras para de llover,
mientras da la hora,
mientras anuncian el billete premiado,
mientras proclaman el nacimiento,
mientras dan el resultado,
mientras cuentan los muertos,
mientras salen del baño,
mientras empieza la otra canción.

Fatalmente deberé ponérmelos.
Ni tarde ni temprano.