Sirenas



Las sirenas de las patrullas maquillaban la calle. Los borrachos mordisqueaban su corteza de terrón. Ella se tapaba la cara con las manos para poder llorar a oscuras, recargada con los codos sobre un carro entumecido. Yo quise parecer un ángel que había caído para salvarla de la escena, pero más bien habré parecido una alucinación. Siguió llorando en mi habitación. Le ofrecí un trago, pero el alcohol ya había hecho mucho daño. Prefirió algo más caliente que sus lágrimas: Un té, un té de pupilas, de pestañas, de conmiseración. La noche estaba ahí como un gato erizado que poco a poco se calmaba. Afuera seguían gritando empecinadamente. La noche estaba ahí, observándonos, pidiendo una caricia.

Imagen: "Bonita". Gráfica de autoría imprecisa, Coyotown, Méshico, 2017.