Luz meñique

Los
niños trasquilan pedazos de sol; patean una pelota, como dioses de guiñol que hacen
rodar el mundo a puntapiés ansiando vitorear un gol y el sometimiento de los
otros.
Las
niñas relamen el aderezo picante donde zambullen rodajas de cielo, como corros
de cachorros pundonorosos e insaciables.
Y tú no sabes
dónde estar. Las imágenes insomnes del manoteo doméstico son un espectro que
nubla tu recreo.
Pequeña deidad
escurridiza, revelas que la vida es para celebrarse y subsiste tu esplendor al
soplar una hebra volátil después de posarse en tus dedos.
Pequeña luminosidad
inexpugnable, sublevas la polución de tu entusiasmo y un destello de humedad
hace que el día vuelva a ser la acuarela prometida por el astro que palpita en
la deflagración sutil de tu alegría.
Imagen: "Nárima", del archivo familiar.