Ahlimento
Ahlimento imagina que el amanecer lo
intoxica. Vientre de paloma. Elucubraciones que se adaptan a su forma corpórea.
Ahlimento intoxica las nubes que toca. Estreñimiento de lágrimas. Obturación de
una infancia acariciada con pesticidas. Ahlimento sutura las hojas. Hace crujir
su cerebro en el centro caliginoso de su cráneo. Ahlimento es consciente de la
insoportable cacería y su esquema brutal de justificación. Ahlimento padece un
exceso de dedos. La piel que no puede arrancarse. Ahlimento razona sobre la
capacidad maligna de volverlo todo cosa y piensa en <>. Condición brutal dispuesta para la destrucción. “Quiero ser tu cosa. Sé mi cosa.” Ahlimento
no sabe qué hacer con las horas. Intuye un acontecimiento en sus células. Una
sensación que lo enferma y de la cual no es culpable. Ahlimento quisiera reír
nuevamente. Tener una voz, como una dimensión compenetrable. Ahlimento es
consciente de las formas contra las que choca. Cacería insoportable de los razonamientos.
Quisiera volver a su cuerpo, sin mediaciones ni dubitaciones. Ahlimento
quisiera tocar sin deshacer cuanto palpe. Intercominicarse así de táctil. Decir
con sus yemas que la temperatura flota y es una canción sin levadura. Alimento
piensa en el humo que apesta su cerebro. Quisiera un retorno a lo tibio. A la región
templada de las meditaciones. Ahlimento quisiera tener la facultad de hablar
sin ese recogimiento, sin ese ostracismo a la zona oscura de los mensajes. “En
todo caso, sé mi querida cosa y quiéreme como a una cosa querida.” Ahlimento
transita.
Imagen: Pieza de Francisco Toledo, Duelo, MAM, Méschico-Teknoshtitlan, octubre de 2015.