Cadencia y decadencia
Luz aciaga y temblorosa como el beso de los
criminales; sus caricias de pestañas afiladas; sus volutas de jardines que
devora el viento.
Las casas crecen como plagas, como hierba de los
ventanales. Procedimientos de jeringa y liga es el metal de las nubes
sudorosas.
La tela de las copas rotas, escanciada la
perversidad, corta el labio de los niños que ya saben a qué sabe el espasmo
frenético y lento de los trenes.
Voluptuosidad de durazno caído en el sur de la
ceniza. Línea roja sobre el polvo bajo el rito nasal de los ahorcados con
corbata. Dime, ¿esto no perdurará?
Son tus ojos espejismo en el desierto del Señor. La mitología de estos días, de esta sección de la
espiral. Dime, ¿sabías que ya no hay ángeles?
Corta las frutas, el racimo de esta urbe. Es un ser vivo. Sobrevive aun colgada del
umbral que divide cualquier cosa y su contrario. ¿Sabías que los mitos siguen
dando de mamar?
Ellos aún sonríen, pero se escribe sólo en tiempos
de llorar…