Tropos o conceptos







Charlando con JD 
mientras que DL enchufa su guitarra y se pone a cantar,
a la vez que AP espera su turno abrazado a su instrumento 
sin desatender la canción ni la charla.

Levantar los velos que embozan el busto del conocimiento erigido en Occidente, haciéndolos volar para demostrar que cubren una cabeza sin faz.

Recobrar nuestra propia cara –con actitud epistemológica–, conscientes de dos gestos probables: el de la amargura subsecuente de aceptar que ante tal intento sólo podemos asir los velos, y que el rostro detrás era imaginado y ya no prevalece más que como un destello; o bien, reconocer ese hecho y superar la amargura para volver sobre el concepto mismo y deshilar el tejido del discurso que vela nuestro entendimiento. 

Desmontar las figuras retóricas que se ofrendan como conocimiento. Desencuadernar la historia del pensamiento, la historia de la metafísica, la historia del experimento, la historia de Occidente, la historia de esas figuras que se derivan de los encabalgamientos de paradigmas. ¡Tropos = conceptos!

Desde cuándo fue que todo se volvió discurso. Cómo fue que se constituyó la supremacía del significante.

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Ahí yacía un cadáver, momificado. Se le ha preservado disciplinariamente, con actitud de taxidermistas o necrófilos. Pero ahora sólo existe su esqueleto. Cómo se armó esa osamenta. En su armadura de preguntas se depusieron las cosas por las palabras. Cuál es la columna, cuál es la vértebra principal –acaso no sea un hueso sino la epidermis, la epidermis muerta.



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