Lágrima de jeringa
Lágrima de
jeringa con cuerpo de bailarina,
mirada de
proxeneta o de equilibrista lunática.
Desuella los
leopardos que corren en la sal de su ropa interior.
Observa sin
mirar,
con su expresión
de estatua melancólica y ensimismada.
Algo sucede,
algo seduce la
manía de respirar con intranquilidad de oleaje ocular.
Algo pasa no en
sus vértebras
ni en los prismas
de sus manos descalzas;
no en sus
párpados
ni en sus
tendones de fiera en reposo.
El mundo no
pertenece.
La comunicación
es un artefacto inservible,
insensible y en
actitud de objeto arrojado desde las sienes malignas de los edificios.
Los actos de
habla no expresan las mieles amargas de los pantanos.
Alfombra que arde
es el músculo de la lengua
y la Lengua es
una casa vacía, derruida, fantasmada, cubierta de panteones.
Todos hablan como
todo se calla.
Rescata un rostro
que parece un insecto con alas quemadas.
No dice nada.
La estancia de
los silencios se inunda de tórrida lava llovíznea,
lánguida o
flácida.
El clima de
introspección se traduce en objetos hechos ceniza.
Camina hacia
dentro como en la zona nublada
—¿A quién
necesita el jardín si ya tiene pájaros de cadáver?
Lágrima de
jeringa con cuerpo de bailarina,
mirada de
proxeneta y andar de pantera en ayunas,
penúmbrea,
solipsista,
tristosa.