La canción perpetua del odio heredado y del amor
Nuestros hijos revivieron pero se han quedado huérfanos. Se han vuelto vagabundos y ahora fuman a manojos el crepúsculo.
Fueron ellos quienes descubrieron
nuestro cadáver
y nuestra hijita menor
la que injertó ambos corazones.
Hasta esa forma de odiar se me hace un gesto de ternura. A mí, que sólo tuve uñas.
¿Y a ti,
que te has quedado flotando como pluma sobre el aire que se oxida vuelto sombra entre la espuma de sus fauces?
Enemiga corporal y amiga brumosa.
Amiga tibia cuando no tengo esqueleto.
Si te llevaste la gaviota de óleo de tu rostro, por qué amanece inerte sobre el césped negro que sueña mi insomnio.
Amiga tibia cuando no tengo esqueleto.
A quién le importa el dolor
cuando la distancia ya no es su peor significado.
A quién le duele el dolor
cuando uno mismo se lo ha provocado.
A quién
le importa el dolor
cuando uno mismo se ha encajado la tijera.
Enemiga corporal y amiga brumosa.
¿A nuestros hijos
que ahora fuman la
cáscara de la tarde?
¿A ellos que nunca
mencionan quién
les quebró el paladar?
¿A ellos que prefieren
las sustancias tóxicas del clima
antes que cualquier higiene sacarífera?
Hasta esos gestos del odio me parecen modos de ternura.
A mí, que sólo tuve uñas.
¿Y a ti, que sólo dejaste una pluma flotando sobre
el aire que se oxida vuelto sombra entre la espuma
de sus fauces?
Pero a quién le duele el dolor
cuando uno mismo se ha encajado la
tijera.
¿A mí, que sólo tuve uñas?
¿A ti, que te has quedado flotando como
pluma?
¿A ellos que nunca mencionan quién les
quebró el paladar?
Hasta esa forma de odiar
se me hace un gesto de ternura...