Flâneur malade
La luna tiene el perfil
de una muchacha que se inyecta,
lánguida, enferma,
con el ojo infantil
pero con la mirada abyecta.
La calle tiene la mueca
de una mujer alcoholizada
pariendo arco iris falsos de navaja,
con su maquillaje de lodoso sangre
oxidando la expresión de sus alhajas.
La ciudad,
con su cabellera de tormentas,
con el corazón manchado de mierda,
se escupe cadáveres al rostro
en el espejo que la observa.
Y a dónde irán sus sombras
sino al mismo lugar que han ido siempre;
buscando compañía para volver a su soledad,
buscando la alegría
para volver a sollozar,
buscando el otro día
para volverse a buscar
y buscarse otra vez
y encontrarse quizá...
No las juzgo,
mucho menos las compadezco.
No sé si las tolero
o las repruebo.
No las envidio,
simplemente las observo.
A dónde voy yo
bajo esta muchacha adicta al semen de las jeringas.
A dónde yo
sobre esta mujer alcoholizada,
acalambrada de malpartos.
A dónde voy entre la saliva
de automaledicencias citadinas.
Horizonte de putrefactas lucubraciones.
Sirenas de histéricas lubricaciones.
Ciudad herida con sus propios alfileres,
como las sombras que vienen
del lugar adonde han llegado siempre
y que solas se lastiman;
como yo, que sólo observo,
ni cómoda ni indiferentemente,
con el café engrasando mis nervios,
sin sombra ni reflejo,
t r a n s p a r e n t e...