Incluso en la amargura, celebremos las jacarandas (Frag. de "Alegoría de las jacarandas")


“Nunca he dicho más de dos palabras. Siempre me he expresado por medio de canciones que otros cantan por mí.”

Es lamentable aceptar, advertir hasta el último trago, que todavía no se ha sido con todo el ser. Antes de existencialismos y deontologías académicas, descubrir una mañana después de amarrarse los zapatos que la emoción más grande que ofrece la vida es el trasfondo de una canción triste, una canción de esas que cantan los angelados de mala voz...
La noche fue corta; sin embargo, el amanecer se prolonga. Todavía, después de que la noción de semana diluyó su significado, tuve otro sábado para beber más de cien copas y escribir un verso otra vez. Estoy fumando a las siete de la mañana –la hora en que da más sueño– y todavía suena el piano de Waits en mi malamemoria, ¿Who are you? A little pain.
Si acaso hay alguien que me conozca sabe que mi última voluntad sería una noche de copas, pero no sabe que nada más si la continuara el amanecer en este camellón de jacarandas, donde me descubrí solo, como un desertor de mi propio cadáver yendo a su propio abordaje.
El alcohol ya no hace hervir mis ideas de rumiante, sólo un bostezo con mortandades de ángeles. Ya ni siquiera conservo las llaves, el día que comienza ya no tiene casa, aquí debo morir, en cualquier instante...