OCLUSIÓN. De la serie MANICOMIO DE LOCURAS PÚRPURAS
He cerrado la puerta. Me he quitado los zapatos. He apagado el último cigarro. He tirado la ropa. He clausurado la puerta... Sin embargo, corro las cortinas, abro las ventanas, me siento frente a ellas, me pongo a mirar.
Miro cómo se desdobla la vida, igual que una bola de papel. Transcurren los crepúsculos. Acuden las auroras. Los pájaros son la mirada triste de los cables. Los autos son las bestias amansadas. Miro desde aquí la vida pero ya no estoy en ella. Las mujeres de los otros. Los hombres que transportan un cadáver. Los niños que mendigan. Los que juegan. Los que asesinan con pistolas de madera...
Miro a la gente que grita. Venden agua. Venden gas. Ofrecen idolatrías... Se incorpora la llovizna. Los paraguas son la flora de un funeral inadvertido. Las bolsas de plástico fauna que vuela. Cabalgan zapatillas. Las luces tienen lenguas. Etcétera...
Podría decir que todo es un ritual de la belleza; pero sería indigno porque no pertenezco a ello, porque lo admiro desde afuera; si estuviera adentro me parecería la miseria más abyecta.
He cerrado las ventanas. He corrido la cortina. Estoy aislado. No dejo que me vean. Ya no existo… El mundo es un globo que se desinfla en mis labios. Mis uñas son alacranes domesticados.
He preferido estar solo, para quitarme el maquillaje de payaso —pero entre más estoy sin nadie más me apego a los disfraces.
Dónde están los rostros. Dónde están los nombres. Dónde están los ojos. Dónde están las voces. No sé si pueda soportarlo.
Por qué esa resaca moral del manoteo. Hablar de más. Beber de más. Actuar de más. Callar de más. Reír de más. Estar de más... Un equilibrio sería un paraíso extraño.
Bailé con maniquíes, en este mismo cuarto. Jugamos tiro al blanco. Hicimos un florero con tijeras, unos párpados con tierra, una infusión con la ceniza. Qué recuerdan de todo eso.
Me ha hecho falta tener buenos amigos, o ser un buen amigo. Conocer mujeres que no evadan la tormenta. Conocer muchachas tiernas que reviertan mi alegría. Personas que me ayuden a tolerar este concreto. Almas que se consuman con mi carne. Criaturas que me inciten a soportar el firmamento, las canciones de la tarde.
Los correos que me envían de lejos, tan escuetos, vienen con las nubes a asaltar el mediodía.
La soledad ya no me observa, pero he cerrado la puerta. Se incorpora la llovizna...
Con las alas bajo el brazo,
soy un Luzbel desencantado;
y camino bajo la lluvia
buscando otra estación.
Soy un árbol que recoge sus hojas,
o el pájaro huérfano que aloja,
o la herida roja que se moja,
o el acto triste de laceración.
Es mi cómplice la luna llena
y yo el náufrago sobre la arena
sobreviviendo a la tormenta
que le ha inundado la razón.
Así he arrojado las botellas.
Así compuse esta canción.
[...]
No me gusta. Este mundo no me gusta... Se incorpora la llovizna.