CON EL ALMA DE UN PAYASO

CALLE PARÍS. Fotografía digital de pinta anónima, Coyoacán, 2007.


Durante mucho tiempo estuve buscando esa charla. Más que un residuo de la adolescencia era una deuda espiritual. Busqué todas las formas posibles de tener contacto con el fantasma del autodenominado Rey Lagarto. Acudí a sus canciones, sus poemas, sus biografías. Asistí a sesiones espiritistas y todo tipo de mancias necrofílicas. Visité infinidad de shamanes, idólatras del rockstar, mujeres que sostienen haber tenido un hijo o cuando menos un affaire con él. Por fin, un agosto con olor salvaje a copal y a tarde remojada con senderos de tintura púrpura, con el horizonte sosteniendo la bruma de un cadáver pluvial, con los sentidos azuzados por lo mítico y lo místico y la sacralización de las cosas, logré avistar el espíritu en pena de Mr. Mojo Risin, gracias a la mescalina. Fue en la sierra tarahumara, con el hícuri en la lengua y los dedos arrugados del anciano que guió mi levitación a ras de suelo en la gruta del Fuego que Canta. El mundo sensible, el estrato fenoménico, se suspendió en un silencio transitorio pero absoluto, las dimensiones se trastrocaron y de la danza ígnea del polvo surgió él, sentado en el umbral claroscuro de lo infraterreno, sin mirar hacia otra parte más que dentro de sí, con una botella de whisky y un cigarro forjado rústicamente.

–¿Quieres que te hable de poesía o prefieres conocer mi historia? –Empina la botella de cristal labrado, me ofrece un trago con sabor a quemazón fétida. Fuma, doy un toque y el siguiente lo rechazo. Todo eso es un ritual de diplomacia en medio de una cueva donde no faltan las pintas con la frase: “Indians scattered on dawn’s higway bleeding”. Por fin comienza a hablar, con las pupilas escarbando la lumbre: –Escucha, la verdadera poesía no dice nada, sólo marca las posibilidades. Abre todas las puertas. Puedes atravesar cualquiera que te convenga. [...] Si mi poesía trata de lograr algo, es liberar a las personas de las formas limitadas en que ven y sienten. Estoy algo así como enganchado en el juego del arte y la literatura; mis héroes son artistas y escritores. Siempre quise escribir, pero siempre me imaginé que no serviría de mucho a menos que de alguna manera la mano tomara la pluma y comenzara a moverse sin que yo tuviera realmente nada que ver con ella, como la escritura automática. Pero nunca sucedió. Escribí algunos poemas, por supuesto. Creo que más o menos en quinto o sexto grado escribí un poema llamado “El pony express”. Ése fue el primero que puedo recordar. Era uno de esos poemas tipo balada. Sin embargo, nunca pude armarlo. “Latitudes equinas” lo escribí cuando estaba en la preparatoria. Durante la preparatoria y la universidad tenía un montón de libretas, y luego, cuando dejé la escuela, por alguna razón tonta ­­­­­­­­­­­­­­­­­­­–quizá fue sabia– las tiré todas... Escribía en esos cuadernos noche tras noche. Pero quizá si jamás los hubiera tirado jamás hubiera escrito algo original, porque eran, principalmente, acumulaciones de cosas que había leído o escuchado, como citas de libros. Pienso que si nunca me hubiera librado de ellos nunca hubiera sido realmente libre.
”Voy a contarte mi historia: He arado mi semilla a través del corazón de la nación americana. Inyecté un germen en la vena sanguínea psíquica. Ahora abrazo la poesía de los negocios y me vuelvo –por un tiempo– un “príncipe de la industria”. Serpiente en el valle. Un líder natural, un poeta, un shamán con el alma de un payaso. Yo era el alumno más tonto pero el chico más listo de la clase. Qué estoy haciendo en la arena de toros, con cada figura pública: candidato a líder. Mientras recuerdo y repaso mi vida me sorprenden las tarjetas postales, instantáneas arruinadas, carteles desteñidos de una época, no puedo recordar. [...] La noche era lo que la noche debe ser: Una chica, una botella y bendito sueño. [...] el sexo da mayor estimulación de la que jamás hayas conocido y toda la paz y los libros pierden su encanto y eres arrojado de vuelta sobre el ojo de la visión. Hoy sólo hay espectadores ante mi tumba. [...] Siento un pesar tremendo por noches desperdiciadas y años desperdiciados. Lo arruiné todo. American Music. Final con tierno adiós. Cuál de mis yoes será recordado. Good-bye America, I loved you. Buena suerte, muchacho, y no busques problemas.”

Todos los ruidos externos fueron surgiendo de la flama a punto de extinción. Una carcajada se fue tornando lejana, como un ave que tragara la tarde, al mismo tiempo que la temperatura se incorporaba a mi orden sanguíneo. El espacio físico volvió a ocupar sus dimensiones. Las palabras de Morrison se reiteraban quebradizas, fragmentarias. ¿No las había leído yo en alguna parte? Busqué datos precisos en medio de la caverna, las pintas permanecían como gotas eternas de un inframundo capaz de internarse en el único estrato que uno puede conservar inalterable: el onírico… Me puse en pie, ahora la mañana se enjuagaba en el paisaje y en mi lengua un desierto comenzaba su expansión.