Sutil calamidad de estallar dimensiones
Arráncate las costras de la rodilla, ahora,
mientras que esa canción deletérea trastorna el papel celofán con que envolviste
nubes amorfas, cuando las líneas de las cosquillas suturan las fisuras abruptas
entre la esplín dominical y el espesor con que este trozo de piña devasta tus inmediaciones,
criatura comesabores, caradecirco, luzdesigilo.
Recoge esa hoja,
guárdala en el bolsillo donde embalsamas las corcholatas, mientras esa intervención
matinal se congela como una instantánea que prefigura la nostalgia si llegaras
a envejecer alejado de casa.
Olor de manteca que
trae la neblina empañada de ciudad azufrada. Campanadas que se amontonan como
el ruido de las teclas que fustigaron anoche el contorno de la madrugada… Si
las cosas durmieran; si tal vez respiraran; si tan solo supieras cómo acceder a
otras estancias, pequeño cantagimnasias, combidetrinos, biciconalas.
Aún no cavilas cómo es
que tus sentidos te alejan-te dejan del nadir-zenit de esta cuadra, pero
ejerces ya esa posibilidad de ser un animal de incursiones, una maquinaria de
indicios, una sutil calamidad de estallar dimensiones.
Imagen: Gráfica desautorizada, Coyotown, Méshiko, 2014.