ToxicomaníaS
Quisiera estar
fumando
en alguno de tus
callejones
o sentada entre
tus piernas.
Quisiera estar
escuchando el solsticio de los perros
acostada en tus
basureros de vidrio.
Quisiera estar
bebiendo lluvia de tus manos,
pulque de tus
pechos,
pulpa de tus
otros labios,
erosena de tus
fantaseos.
Quisiera estar
alucinando los equinoccios de gato
que hay en la
azotea púrpura de tus instintos maternales;
remojando mis
pies en tu drenaje;
brincando en
tus ventanas palatales;
sintiendo la
brisa del Suicidio desde las cúpulas de tu estado en reposo;
rumiando
estrofas de tus párpados,
leyendo tu
aroma de tristezas,
esperando una gota de láctea sangre lunar.
Quisiera estar masticando los hongos de tu lengua,
lamiendo las
algas de tus nalgas donde se lubrican los crepúsculos.
Quisiera estar colgada en las
alcándaras de tu memoria,
extraviada en los
laberintos de tu mente,
ahorcada en los frigoríficos de tu
rastro,
sedada en el manicomio de tu uretra,
desollada en la sal de tus axilas,
perseguida en ese atemporal de tus auxilios,
ensimismada en el panteón de tus pupilas,
extraviada en la terracería de tus
límites.
Quisiera estar fumando la hierba de tu daño,
en tus claroscuros callejones,
en los laboratorios de tus sentidos,
en la pubertad de tus acueductos
o en los tiraderos de tu corazón.
Quisiera estar
gestando
así,
como
perdida,
sin remedio,
degenerada...