Con los pies sumergidos en el suelo/Apagamiento


Despertaste con los pies sumergidos en el suelo, como si fueras aquel árbol viejo que sobrevivió a los incendios de la carne. Pudiste hincarte y oler las cenizas de los huesos, como un recuerdo turbio que aturdió tu pensamiento. Un baile absorto de destellos saturó la superficie. Eran los espejos con los rostros rotos. Era el aire con sus voces rotas. Era el tiempo con sus nombres rotos ­–O no era más que el apagamiento–. No pudiste arrancarte los cabellos. No lograste desollarte el rostro. No conseguiste descarnarte el abdomen ni extraerte las vísceras de hombre para ofrecerlas a la putrefacción del viento. Malditas vísceras de hombre que te maquillan de tormento.
            Despertaste en el centro espeso de la tarde, sin muros ni techos; sin objetos ni embalajes; solamente un volumen denso, impenetrable; el volumen del silencio, el silencio espeso del apagamiento.