Gildebiedma
Hay momentos en que no soporto el rechinido de mis pasos, ni el crujido de mi voz, ni la danza pálida de mis ojos.
Hay momentos en que detesto –más que todos– mi grandilocuencia de piedra o mi silencio impermeable…
Salir a caminar para abstraerme y luego ahogar mis ideas en la espuma gélida de los bares.
Salir a caminar visto por los otros sin compenetrarme, como el trayecto breve de una sesión de modelaje, cuando alguien me desea imaginándose que soy un ángel, sin oportunidad de conocerme, ni siquiera de escuchar la somnolencia con que se esgarra mi voz.
Quedarme en casa con el morral armado o la mochila dispuesta. Quedarme en casa solamente, con ideas pospuestas, la cámara fotográfica, los libros, la música, el cuaderno, los planes.
Quedarme en casa solamente.
(Quién vomitó mi corazón pequeño.)