Entre las cenizas y la luz (Al resucitar un nuevo clima)

Tenía un caramelo viviendo en mi lengua y una nube que cantaba maquillada de aurora sobre el parque donde te esperaba.
Eras la muchacha imaginada que extendió su carne de durazno sobre el césped negro del insomnio.
Pero te perdí de vista.
Acepté morder la fruta voluptuosa de un crepúsculo remojado en aceite y en mi boca todo se volvió ceniza.
Te perdí de vista.
Había sirenas bañándose en la materia gris de mi entusiasmo y ulularon hasta que sus uñas esparcieron mi cerebro.
Mi rostro se fragmentó proyectado por tu espejo roto.
Se me cayeron las plumas y sólo quedaron las vértebras desnudas, como el desperdicio de un caldo consumido.
Aparecí sentado en la banqueta de una calle fantasma mirando un avioncito de papel varado en la rama del árbol donde quise ahorcarme alguna vez.
A mis pies llegó una hoja y un animal pequeño con tus ojos de collar.
Me puse en pie y te fui a buscar; escuché tu risa, tu voz de niña que mira al mar desde una ciudad construida con catástrofes del ánimo.
Te perdiste.
Te desvaneciste cuando toqué tu nombre.
Fue lo que cedí a cambio de resucitar un nuevo clima.