AUTORRETRO


Cuando uno penetra en el lenguaje, cuando uno estudia las posibilidades de una lengua y sus limitaciones, termina quedándose mudo, pues sus palabras se vuelven ininteligibles para los demás, quienes generalmente buscan un intercambio expedito, orondo pero barato, y sin complicaciones. Entonces uno adquiere su lengua particular -la lengua de los solitarios- y cualquier frase termina sonando como un aullido; por eso no se burlen si alguna vez miran a un niño llorar ante el verso de cualquier poeta de cualquier tiempo de cualquier lugar: los solitarios se están intercomunicando, que no es como tener amigos imaginarios sino cómplices del espíritu... Quizá por ello, haciendo valer el nudismo grotesco de esta egoteca, me atrevo a incluir tres canciones que escuché una tarde, hará ya varios años, cuando decidí ser libre, perdonar a mis padres y volverme un vagabundo ligero pero dorado. Había concluido mis asuntos pendientes y debía decidir nuevamente mi futuro, así que opté por lo anterior: sentirme bien, gracias a esas canciones, tan melancólicas como reveladoras –purificadoras–. Son simples pero muy elocuentes, plenas de significado. Son mis versiones propias y algunos versos son totalmente distintos de los originales. (Gracias nuevamente por todas sus canciones, Mr. Leonard Cohen. Gracias infinitamente, por su palabra y su voz.)


PÁJARO EN EL ALAMBRE

Como un pájaro en el alambre,
como un borracho cantando en el coro de la madrugada,
he intentado ser libre a mi manera.

Como un gusano en el anzuelo,
como un héroe de novela anticuada,
he intentado liberarme de todos mis lazos.

Por ello, si no he sido amable contigo,
espero que lo toleres.
Si más que sincero he parecido cruel o pendenciero,
ser franco tiene su efecto.

Como un recién nacido,
como una bestia con su cuerno,
he lastimado a cualquiera que quiso mimarme.

Pero prometo, por esta canción
y por todos mis errores,
que intentaré rehacer el mundo por ti,
aunque para ello me aleje.

Un mendigo apoyado en su muleta de palo
me dijo una vez: “Exiges demasiado”.
Y una suntuosa mujer me gritó desde la oscuridad de su puerta:
“¡Oye, mereces mucho más!”.

Pero yo sé que he intentado ser libre,
como un pájaro que vuela de repente,
como un borracho que habla
sin importar si alguien se ofende.

He intentado ser libre, a mi manera.
Comprendo que sea a ti a quien más le pese.


LA HISTORIA DE ISAAC (o todos somos Kafka)

La puerta de mi cuarto se abrió lentamente.
Entró mi padre de repente.
Yo tenía nueve años.
Permaneció de pie ante mí, siempre tan alto.
Sus ojos parecían relojes brillantes.
Su voz ronca nunca fue más fría:
“He tenido una visión
y tú sabes que soy fuerte y santo.
Debo hacer lo que me ha sido ordenado.”
Así que comenzamos a subir la montaña.
Yo iba corriendo, él iba caminando.
Su hacha se había vuelto de oro resplandeciente.
Los árboles parecían convertirse en enanos,
el lago el espejo de una dama decrépita.
Nos paramos a beber un poco de vino.
Entonces arrojó la botella una vez acabada
y se rompió un minuto más tarde.
Puso su mano en la mía.
Yo pensé que veía un águila
pero quizá fue un buitre.
Nunca pude saberlo.
Luego mi padre construyó un altar.
Miró por encima del hombro una vez solamente.
Sabía que yo no me escondería...

Ustedes que construyen los altares ahora
para sacrificar a otros niños,
no lo hagan, nunca más.
Un esquema no es una visión,
nunca han sido tentados
ni por un dios ni por un demonio,
no sé cómo decirlo más claramente.
Ustedes que permanecen ante ellos ahora,
con sus hachuelas romas y ensangrentadas
esperando volverlas doradas,
¿acaso no han estado allí antes,
cuando yo yacía sobre la montaña
y la mano de mi padre temblaba
con la certeza de la Palabra?

Y si ustedes me llaman hermano ahora
perdónenme si pregunto:
¿De quién es ese plan que cumplen?
¿Quién firmó el trato por ustedes ?
Cuando todo se derrumbe en polvo
te mataré si debo,
te ayudaré si puedo.
Cuando todo se derrumbe en polvo
te ayudaré si debo,
te mataré si puedo.

Vamos, pónganse el uniforme,
hombres de paz u hombres de guerra.

El pavo real despliega su abanico.


UN PUÑADO DE HEROES SOLITARIOS

Un puñado de héroes solitarios y muy pendencieros
estaban fumando a lo largo de la carretera.
La noche caía sobre ellos
como una carga ordinaria.

“Me gustaría contar mi historia”,
dijo uno, tan joven como atrevido.
“Me gustaría contar mi historia
antes de que me vuelva de oro.”

Pero nadie podía oírlo realmente.
La noche era oscura, densa y verde.
Supongo que esos héroes deben vivir allí siempre,
donde tú y yo sólo hemos estado de paso.

“Quítate el cigarro, mi amor.
Has estado solo demasiado tiempo
y algunos de nosotros estamos muy hambrientos ahora
para oír qué es eso que hiciste que estuvo tan equivocado.”

Yo canto esto por los grillos.
Yo canto esto por el ejército.
Yo canto estos por tus niños
y por todos aquellos que hoy no me necesitan.

“Me gustaría contar mi historia”,
dijo uno de ellos, tan joven y atrevido.
“Me gustaría contar mi historia
porque, ¿saben?, siento que me estoy haciendo de oro.”