CADAVERO (Canción a tres voces)


Era una muchacha dormida en un sepulcro, con los ojos abiertos y los sueños manchados de tierra; las esferas augurales no sabían su nombre; solamente la llovizna le daba una canción. Era una muchacha cubierta de hojarasca; había una ventana en su mano izquierda y una cerradura oxidada entre sus piernas.

Las ubres que derraman el licor con que se embriaga la escalera de mi desobediente memoria, cuelgan de las ramas de ese fantasmario que transpira la pared, la pared de su ventana.
Las niñas que murieron enrolladas en sus dedos las he chupado junto con sus manos que nunca supieron nadar en mis ojos pero sí flotar entre mis labios.

Ya no me dejes encerrada en el cajón donde acostumbras guardar a tus muertos antes de dormir; déjame despierta para sobrevolarte, como un insecto que no se aleja del cielo que a su fruta corresponde.

Las niñas que morían enrolladas en sus nervios
la han herido más que a mí.

Sentada en la cornisa de su trágico jardín, me dejé caer para ser uno más de sus cadáveres y recibir al fin la luz de su aguijón y de sus uñas, inyectándomela, como en esas venas que tantas noches me hicieron navegar.


Cuántos sueños se nos han extraviado al despertar, sin volver a encontrarlos en este laberinto que siempre nos derrota.