Saravá
“En los mapas del cielo el sol siempre es amarillo”, vuelve a cantar, a mi oído, el hermoso Toquinho. “Y la lluvia y las nubes no pueden velar tanto brillo”, vuelve a decirme el tierno acompañante de Vinicius.
Me conmuevo, como siempre que los he oído, y vuelvo a sentir esa alegría dolorosa de estar vivo —asentir que es parte del juego crecer dolorido—. Vuelvo a querer sentirme aquel niño cuyo rostro se conservó en una foto de circo, y a quien ahora siempre invito a pasear conmigo y con el más pequeño de mis hijos.
Así me enamoro otra vez, sin afanar por ser correspondido. Así me abrazo a lo que venga y así me suelto, también, de lo que sea. Así me azoro ante quien pase por mi mesa, aunque vuelva a sentirme sozinho, como si todo o todas fueran aquella menina que pasa tan llena de gracia, camino del mar…
Todo es hermoso. Todo vale la pena. La bossa nova me subyuga; es una versión lírica y sonora de mi Epicuro particular que resuena en mis latidos. Es la acuarela en el lienzo de los sentidos. La comunión de querer estar vivo. Saravá…