I a n u a r o



Enero tiende sus sábanas recién lavadas de estrías y fiebres; se habían manchado de jueves, madrugadas y cráteres. ¿Elegir el aire o preferir el sol? Dilemas que obturan cualquier metafísica apocalíptica o declinan la cacerola inusitada de una cotidianidad sin argucias. Si afuera circula un rumor que parece decir “destroyeveryworld, reseteveryword”, adentro una alegría cetrina circunda el espacio, con olor a durazno, meridional y equilátera.
    Preponderar los aromas o preservar el color. Si la sumatoria de jueves se esparce en forma de mancha y olor a cuerpo que duerme, todo esplende limpio ahora. Por ello la alegría es frutal y amarilla. Es la química anímica del ser vulnerable bajo influjo de renovación.
    Enero mastica esa fruta vulvosa, aprieta la semilla y se entretiene con la oralidad lúdica de labio y saliva. Es así la alegría. Entra en el cuerpo. Se esparce en el pensamiento sin entelequia específica.
    Enero está ahí. Acaso lo miras. Su silueta inestable parece danzar tras la cortina de penumbras lináceas. No deja de moverse. Su casa pequeña le basta para transitar las horas previstas.
    En la noche una luz tiembla imprecisa. Es alguna película. Hermosa… Sin bostezos aún, aguarda una epopeya impostergable esta vez; los párrafos se aparecen como resabios de otras vidas a punto de concretarse por fin.
    Enero se tiende en sus sábanas limpias, para recomenzar a mancharlas de cronologías que volverán a lucir renacidas cuando oscile ese tempo de sentir la alegría ab ovo, desde el origen, sin temer a quienes por fuera conspiran contra la simpleza de los días, los días simples, apartados de algoritmos y cacerías.

 

Música:  F.S. Blumm y Nils Frahm, "Day One One", Tag Eins Tag Zwei, Sonic Pieces, 2016