n u d e z [4/5]

 IV


Ahora que lo pienso puedo recordar —de entre esa arqueografía de los mundos que dejaron de ser propios— una escena familiar, en la caverna; borrosa en el discernimiento y fuera de escena, pero fugaz como recuerdo: Simplemente estaban todos bajo el chorro inagotable de agua fresca —cuántas veces fueron—, en el espacio que se disponía en la caverna a manera de baño —la única casa o la única cosa que fue propia—; como una tribu enlazada y pequeña. Se estaban bañando juntos —los padres, los hermanos y el yo narrador de otra historia (jamás el de esta)—, solípedamente, con la desnudez plena. Recuerdo bramidos de los padres, chillidos o risotadas de los hermanos. La brusquedad de la madre con el estropajo, la brusquedad del padre en cualquier circunstancia. Recuerdo sus pelambres púbicas —¿no es esa mancha ensortijada una imagen fundacional para cualquier criatura que hable?—, el agua, el jabón, los colores pálidos de la carne —todo ello como elementos centrales— y ese espacio de aquel baño cuya imperfección siempre fue impenetrable y espesa, como lo ha de ser el misterio de recordar algo más bien ajeno —pero común, no obstante.  
    La desnudez, en el terreno exclusivo de los padres; los otros vendrían más adelante: Quizá algunas vecindades con hermanos mayores o menores o gemelos. Sombras. Niñas. Varones también. Las inyecciones. Las proyecciones…  
     Algo pasa después con las o los amantes, inexpertos y cohibidas o con bastantes desinhibiciones en el juego de la desnudez.

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 IMAGEN: "Versos sobre púrpura", de la serie Versos de alambre,
detalle, tinta mixta sobre papel, ca. 1998.