a m i k a

Hay una amiga de nadie que siempre se va y que regresa siempre. Ella es quien transcribe en los párpados silogismos que la vigilia no dicta, y que solo ella comprende como una lengua lumínica difícil de precisar. Ella, quien traslada los soliloquios hacia una estación de diálogos en reposo, como a una extraña cosa fuminosa, igual que las ángeles migratorias transportan gulares tegumentos para sus crías.
    Ahora que es un destello en los parques del insomnio, y que nadie puede verla sino verterla, se vuelve a presentir la madrugada como ese lindero de la aurora donde todo se rehace para volver a deshacerse, a desfragmentarse, a evanescerse, cuando el lenguaje aparece en la fase del código ausente y donde los vocablos emergen para desprenderse.
    Es una amiga sin nada. Ha sido el suyo un inusitado viaje, entrañable y apartado de lo que se vería sólitamente. Otros descienden, ante paisajes astrales y densas sonoridades etéreas, aunque siguen portando la carne.
    Ella es una amiga sin hambre. La buscan boreal y un transistor emite señales intermitentes donde a veces musita. Le remitirían un mensaje, conmovidos por la soledad sidérea, pero una prolongada interferencia distorsionaría las voces hasta hacerlas parecer un gruñido perturbador. —No será esa soledad una tumba, sino la disipación química y ánimica que los transforme; una disgregación de la imagen donde solamente los espejos abundan.
    Es una amiga desnuda, sin nombre. De sigilos y simientes. De retornos eternales. Oh, amiga de siempre y siempre de nadie.
    Qué querrías decirle. Cuánto querrías decirle tú, hasta por fin transfigurarte.



IMAGEN: "Gular", variación cromática de plumón sobre papel, ca. 2018.