Vocación/InVocación/ProVocación
—Solo una relación placentera puede ser saludable… Me refiero al amor físico y la desnudez plena. A una compañía sensual dispuesta a gozar de su carne. Al sexo como el medio ritual de esa religiosidad placentera; un fundamento vital; un tantra de vida, salud y dicha. Lo demás provendrá de tal sapiencia cultivada con gratitud orgánica… ¡Por qué no asumir la sexualidad como forma de vida saludable!
Era esa clase de ideas que pretendía objetivar en la sobrecama o le solían objetar en la sobremesa. ¿Vocación? ¿InVocación? ¿ProVocación? Poco importa ahora. Cualquier misticismo libidinoso resuena como un desvarío new age; nada convincente, sobre todo si a la larga se actúa como un imperfecto misántropo.
Así que ahora está hablando solo, con su desnudez —mucha más herbal que cárnica— percibiéndolo todo a manera de un crisol sensorial en el ejercicio equívoco de cultivar la sabiduría “orgánica”, mientras que se escucha a la vecina de arriba jadear porque alguien la penetra rítmicamente, como suele escucharse la obscenidad cada domingo al transcurrir la mañana. A él lo penetra ese sol que acapara la ventana, como un manto de luz sobre su desnudez de anacoreta new age. —El desamor tísico y la mudez plena.
¿Vocación? ¿InVocación? ¿ProVocación? El cuerpo está solo. El pensamiento lo aleja. La vecina se calla… Hay tantas batallas afuera que precisan un esfuerzo mental y él nada más se empeña en pensar sobre esos detalles de “la vida saludable”. —Oh, sí, lo entiende y desea continuar.
¿Vocación?
¿InVocación?
¿ProVocación?
Continuará… Desde luego.