Contra el amor [1]


(All you need is freedom)

“No confundas el amor libre con el sexo irresponsable”, solía decirme mi abuelita. Se predisponía a advertirme que no volviera tan tarde ni casi al amanecer, cuando yo solo acudía a la cocina recién bañado y fragante a servirme el café con leche de la tarde. Mordía una galleta y le daba un beso que le dejaba las migas en la frente, ella se las sacudía y ordenaba que me fuera de una vez.
    “La promiscuidad burguesa es tan conservadora –y tan reaccionaria– como la monogamia burguesa lo es. No consiste en eso el amor revolucionario”, me repetía mi abuelito, sin dejar de atender la mata de hierbabuena que trasplantábamos en el jardín, cuando yo soltaba la coa junto a él para alistar mi atuendo del Che y salir a las calles durante cierta jornada de manifestaciones, después de la llamada precisa de alguna chica a quien él –nada más de vista– considerara en pro del aborto, pero acaso digna de su nieto.
    Por qué los recuerdo ahora, al contemplar
el cuerpo desnudo, imperfecto y hermoso de una mujer a quien amo –o de quien he amado otra vez después de distanciarnos un periodo prolongado inútilmente–. Cuántos indicios de algún otro amante inmediato que ha pasado por aquí o la ha llevado a algún lecho antes de que yo volviera o de que ella me requiriera inesperadamente. Cuántas dubitaciones en su mente atormentada que no supe esclarecer la última vez que me dio el portazo y del “nunca más te quiero volver a ver”. Cuántas etapas de monogamia y promiscuidad fallidas tras esta reiteración del reencuentro –maldito amor burgués. 

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