b a l l e n a s
las ballenas
empalagan la respiración, deconstruyen y fragmentan las nociones de cerúleo e innombrado.
“Adiós, musazul”, susurran en los pasadizos restituidos de la bruma biocósmica.
“Quién soy, tragaluz”, se rotula en oclusas transparentes: Estadía huraña en
medio de un cristal únicamente pensado. Esa perturbación eólica es la antífona que
borbolla entre el párpado de musgo y su conmoción de brea gélida. Estadía adusta
en medio de un razonamiento sin a r t i c u l a c i ó n sonora. Intransferible como
un sur de trasfondos apachados, un concepto en gris cetrino desconcentra las lucernas
de cualquier c e n t r i p e t a c i ó n anatómica. Las ballenas se fraccionan.
Asisten. Se derriten fastuosas de perennidad interior, lejanas ya de la
experiencia inteligible con que se fracturan las irradiaciones del mundo que se
disipa en la clarividencia caliginosa que d e s t e l l a incólume.
Imagen: Descomposición cromática de una escena de Umbo, puesta de Adrián Hernández, José Agüero e Inés López de Arriaga, Teatro Arlequín, Méshico, junio de 2013. Fotografía digital