Alocución del maniquí

Venturoso pájaro del día: Aquí permanezco sin aprehender tus códigos, sin descifrar tu voz; mas beneficiado de tu manifestación sonora, la cual se detona en mí con regocijo. Yo no sé si es a mí a quien interpelan tus sonidos; si soy yo el destinatario interespecífico aguardando en la otra orilla tu mensaje equívoco, pero escucharte me hace percibir cómo se expanden con júbilo mis sentidos –otrora apagados–, y comienzan a erigirse mis hilos.
Ah, dilecto pájaro. Te posas, cantas y te elevas, sin llevarte demasiado, acaso una semilla. Transcurre el día. ¿Volverás cuando el oriente deponga su brillo?
Quizá tú podrías revelarme cuánta diferencia hay entre ser libre o solitario ­­–Tal vez no sean esos tus desasosiegos–. Tan extraño resulta haber sido un maniquí y quisiera saber comunicarme contigo, y me detallaras el mundo que vive en tus atisbos.
En la indigencia del espíritu, pretender una compañía intelectual es excesivo. Ante la opulencia del raciocinio, sentirse ajeno es recriminarse por merecer mucho más y carecerlo con mutismo.
Qué extraño ha sido ser una extraña representación sin diálogo preciso. La búsqueda de interlocución genuina es mi carencia y mi martirio. Míralos: Querían lectores, un espectador, un semental esposado. Querían electores, público fanático, una escucha sin intermediación. Pero Narciso ha sucumbido; solo queda su reflejo devoto de sí mismo, extraviado, guardado en esta caja cuando cierra el circo. ¡¿“A quién más podrías amar aquí encerrado”?!
Una pareja del intelecto, de carne y voz, es un anhelo mayor cuando la soledad produce espejos. Alguien tangible capaz de trascender los lenguajes del mercado es insólito cuando la libertad engendra su venero negro.
Ah, piadoso pájaro, solo tú invocas la celebración de la belleza y la exaltación de la inteligencia. No eres una sombra carnal animada por la prestidigitación de los otros, abriendo la boca en sintonía con la vociferación de su ventrílocuo. Ni una maquinación sanguínea de voces ajenas que al activarse no hace más que repetir su exégesis.
Ay, oscuro pájaro del horizonte. El día ha sucedido y el poniente es mi baúl sombrío. Ahora es de tarde y no sé cuánto me hayas dicho, ni si tú has oído a este maniquí, tan admirable como displicente. Ahora es melancolía lo que transfieres a mis sentidos.
Pájaro, canta y quédate dormido. Mañana habrá rotado la esfera y tu sonido volverá a provocar mis hilos.

Imagen: Javier Pulido MonsterTruck!!!, escultura de David Bowie [detalle], de la exposición Cosmo Epiphany, Muac, Méshico, 2014. 
Fotografía digital