Mensajera del tedio
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Tienes razón, mensajera del tedio: Debo retornar a ese mundo
particular. Escapar en silencio; callado; sin gestos. Internarme en los
caleidoscopios, los libros, los museos. Dispersarme en la penumbra ante las
pantallas, los sonidos, las terrazas. Internarme en los no-lugares, como en
estancias furtivas de sanación.
Acaso allí
sabré descifrar quién se comió mi corazón pequeño. Acaso allí, en el epicentro
de esa soledad, no influya en nadie mi espectro. Acaso pueda recuperar la voz y
volver a tener una libélula entre los dedos.
Debo dejarme
desprender como una fisura natural del tiempo. Ser una hoja que cae y vuelve a
nadar en el viento; sin nada que la ate; sin ramaje. Marchitarse así,
transformarse. (Una hoja velluda, no obstante; quien quiso tocarla sucumbió de
escozor.)
Tienes
razón, debo internarme.