LA HEMORRAGIA DONDE ME SUMERJO. (Con recuerdos de aquel Cabaret Voodoo)

No te vuelvas invisible si te digo que te quiero, mientras Proserpina recoge un vaso roto con la sangre de sus dedos escurriendo hacia un nuevo precipicio.

No te alejes si te digo que te quiero, mientras Fanny toca el piano como un cuchillo atravesando el hielo y yo me pongo a bailar con el títere lunático que me inventa tus secretos.

Caí cerca de ti; era un vaso roto que cortó tus dedos, como una forma de decir “me urges”, “te carezco”, “huele a sol”, “enciérrame en el universo”. Ahora estoy aquí, deshojándome, confeccionando la intemperie, recolectando la llovizna que aún no conocemos.

El travestí de los tacones rojos me arrancó la mano —era un infanticida pederasta que mutiló a la aurora para hacerme reír con carcajadas de sus ojos— pero aún tengo las uñas y dos alas, los juguetes de mis pies están completos.

No renuncies si te doy un beso de año nuevo con piromanía de marzo y gasolina de febrero. Esta noche enloquecí completamente y eras tú la flor del manicomio remojada en mis sedantes. Soy una jeringuilla sobre tu terciopelo y tú un colibrí bañándose en mi lengua; los demás un parque para estar a solas.

¿Por qué te he escrito todo esto? Es un residuo que tenía que aventar muy lejos. Ahora sólo cabe una sonrisa, los colores nuevos que desprende una respiración de niña. Ahora Proserpina sólo debe recoger los pétalos —lo digo como mencionarte con mis parpadeos—. Ahora Proserpina se expande en mi horizonte, gotea en mi cenit, es la hemorragia donde me sumerjo.