Interruptus





No necesitas instrucciones para mirar el mar,
ni despejar incógnitas para sentir el olor de tus dedos.

No limpiamos la casa para bailar,
ni para argüir filosofemas sobre el polvo que desvanecemos.

Tuvimos lecciones para nadar, es cierto,
o las obtuvimos arrojados con brutalidad a las olas.

Sostuvimos codependencias e intimidad,
o fuimos aprendiendo a disentir bajo el grifo,
sin formación para acotar la telaraña de los afectos.

Llegamos a detestar el calor y una noche nos fuimos.
Ahora no soportamos el frío, pero hay un recinto
donde el sol transita como una deidad domesticada.

Qué instrucciones necesitas para morar el mar.
La urbe suministra un caudal de intoxicaciones
a las que fuimos adictos.

Cómo adorar ecuaciones para discernir el olor de los pétalos.
La corporeidad dispone de espacios y evocaciones
para vagar, derrelictos.

Qué cadencia tan pedestre y etérea restituye la escoba.
Descalzos, bailamos con ella sobre la duela.

Descalzos,
sí,
a través de la arena. 



Imagen: "Víctimas del cielo", registro de neomuralismo anónimo y desautorizado en los callejones de Oanaxhuato, diciembre de 2017. Fotografía digital